24h sola
Elsa toma el tren a Newcastle desde la estación de Edimburgo, con un billete que asombrosamente ha aparecido en un sobre a nombre de Nora K. a los pies de la estatua de Greta Thunberg. En la hora y media aproximada de viaje decide no perder el tiempo y pega la hebra con un reintañero que le cuenta su vida. Como recompensa por atender con interés fingido al relato de la mala suerte laboral y amorosa del chico, al final Elsa consigue que le compre un sándwich de la máquina, previendo que, sin dinero, el día iba a ser largo.
Elsa ni quiere ni querrá que la gente sepa lo que hizo las horas que siguieron, allí en Newcastle. Se las pasa pensando dónde esconderse mejor, intentado pasar desparcibida pero sabiendo que cuanto más se esfuerza peor lo hace, como cuando te dicen que te relajes y acabas tensándote más. Varias veces se recrimina estar hablando sola otra vez. En pantallas de la ciudad puede ver varias veces su cara, con peluca y gafas, tomada de una imagen de las cámaras de seguridad. No puede evitar imaginarse que su nombre ficticio está en todas las conversaciones de la gente que pasea o que va a trabajar o a sus casas. Bebe agua en las fuentes de los parques. Cuando no aguanta más, por la tarde, rebaña unos restos de bandejas de varios restaurantes de comida rápida por los que va pasando, haciéndose
